Page 5 - 07. Saga Las Cronicas De Narnia
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lo utilizó para hacer un largo cuello para el largo pescuezo de Cándido. Después cortó la
cabeza y cosió el cuello entre la cabeza y los hombros. Puso unas hebras a ambos lados de
la piel para poder amarrarla por debajo del pecho y del estómago de Cándido. De vez en
cuando pasaba algún pájaro volando y Truco detenía su labor, mirando ansiosamente hacia
lo alto. No quería que nadie viera lo que estaba haciendo. Pero ninguno de los pájaros que
vio eran Aves que Hablan, de modo que no le importó mayormente.
Cándido regresó ya entrada la tarde. No trotaba sino que caminaba con paso cansino,
pacientemente, como acostumbran los burros.
—No había naranjas —dijo— y no había plátanos. Y estoy muy cansado. Se echó.
—Ven a probarte tu precioso abrigo nuevo de piel de león —dijo Truco.
—A la porra esa vieja piel —exclamó Cándido—, me la probaré en la mañana. Estoy
demasiado cansado esta noche.
—Eres bien poco amable, Cándido —dijo Truco—. Si tú estás cansado, ¿cómo crees que
estoy yo? Todo el día, mientras tú te dabas un delicioso y refrescante paseo por el valle, yo
he estado trabajando sin parar para hacer tu abrigo. Mis manos están tan cansadas que
apenas puedo sujetar las tijeras. Y ni siquiera me dices gracias... y ni siquiera miras el abrigo...
y no te importa... y... y.
—Mi querido Truco —exclamó Cándido, incorporándose de inmediato—, lo siento
tanto. Me he portado pésimo. Claro que me encantará probármelo. Y se ve simplemente
maravilloso. Pruébamelo ya, por favor.
—Bien, quédate quieto, entonces —dijo el Mono.
La piel era demasiado pesada para que pudiera levantarla, pero al final, con una
cantidad de tirones y empujones y jadeos y resoplidos, logró ponérsela encima al burro. La
amarró por debajo del cuerpo de Cándido y ató las piernas a las piernas de Cándido y la cola
a la cola de Cándido. Se podía ver una buena parte de la nariz y cara color gris de Cándido a
través del hocico abierto de la cabeza del león. Nadie que hubiese visto un león verdadero
se habría dejado engañar ni por un instante. Pero si alguien que no hubiese visto jamás un
león viera a Cándido con su piel de león, podría confundirlo con un león, si es que no se
acercaba demasiado, y si la luz no era muy clara, y si Cándido no dejaba escapar un rebuzno
ni hacía algún ruido con sus cascos.
—Te ves fantástico, fantástico —exclamó el Mono—. Si alguien te viera ahora creería
que eres Aslan, el Gran León en persona.
—Eso sería tremendo —dijo Cándido.
—No lo sería —replicó Truco—. Todos harían cualquiera cosa que tú les dijeras.
—Pero yo no quiero decirles nada.
—¡Pero piensa en el bien que podríamos hacer! —exclamó Truco—. Me tendrías a mí
para aconsejarte, ya sabes. Yo pensaría órdenes muy sensatas para que tú las dieras. Y
todos tendrían que obedecernos, hasta el mismo Rey. Pondríamos todo en orden en
Narnia.
—Pero ¿no está todo en orden ya? —preguntó Cándido.
—¡Qué! —gritó Truco—. ¿Todo bien..., cuando no hay naranjas ni plátanos?
—Mira, has de saber —dijo Cándido— que hay poca gente..., en realidad creo que