Page 96 - 07. Saga Las Cronicas De Narnia
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sus ojos con firmeza, todo se hacía más claro y se acercaba como si ella estuviera mirando
por un telescopio. Podía ver todo el desierto del sur y más allá la gran ciudad de Tashbaan;
al este podía ver Cair Paravel a la orilla del mar y la misma ventana de la habitación que una
vez fue la suya. Y muy lejos en el mar podía descubrir las islas, isla tras isla hasta el Fin del
Mundo y más allá del fin, la inmensa montaña que ellos habían llamado el país de Aslan. Mas
ahora veía que formaba parte de una gran cadena de montañas que rodeaban el mundo
entero. Frente a ella parecía acercarse mucho. Después miró a su izquierda y vio algo que
tomó por un gran banco de nubes de brillantes colores, que hubiera sido cortado y separado
de ellas por un boquete. Pero miró con más atención y vio que no era una nube sino tierra. Y
cuando fijó sus ojos en un sitio en particular, se puso a gritar inmediatamente: “¡Pedro!
¡Edmundo! ¡Vengan a ver! ¡Vengan rápido!” Y ellos vinieron y miraron, porque también sus
ojos eran ahora como los de ella.
—¡Mira! —exclamó Pedro—. Es Inglaterra. ¡Y ahí está la casa, la vieja casa de campo
del Profesor Kirke donde comenzaron todas nuestras aventuras!
—Pensé que esa casa había sido destruida —dijo Edmundo.
—Y así fue —murmuró el Fauno—. Pero ustedes ahora están mirando a la Inglaterra
dentro de Inglaterra, la verdadera Inglaterra tal como esta es la verdadera Narnia. Y en el
interior de aquella Inglaterra ninguna cosa buena es destruida.
De súbito desviaron sus ojos hacia otro lugar, y entonces Pedro, Edmundo y Lucía
contuvieron el aliento, atónitos, y gritaron y empezaron a hacer señas: porque habían visto
a sus propios padres que les hacían señas también a través del inmenso y profundo valle.
Era como cuando ves gente que hace señas desde la cubierta de un gran barco cuando tú
esperas en el muelle para recibirlos.
—¿Cómo podríamos ir donde están ellos? —preguntó Lucía.
—Es fácil —repuso el señor Tumnus —. Ese país y este país..., todos los países reales...,
son sólo contrafuertes de las grandes montañas de Aslan. Sólo tenemos que caminar por el
borde, hacia arriba y hacia adentro, hasta que se juntan. ¡Y escuchen! Ese es el cuerno del
Rey Francisco: debemos subir.
Y pronto se encontraron todos juntos caminando, y era una larga y brillante procesión
subiendo montañas más altas que las que puedes ver en este mundo, incluso si las hubiese
para poder verlas. Y no había nieve sobre esas montañas; había selvas y verdes laderas y
dulces huertos y correntosas cataratas, una encima de otra, subiendo sin parar. Y la tierra por
donde caminaban se hacía cada vez más estrecha, con un profundo valle a cada lado; y al
otro lado de aquel valle la tierra que era la real Inglaterra se acercaba más y más.
La luz adelante se hacía más fuerte. Lucía vio que se elevaban frente a ellos una serie
de acantilados de todos colores, semejantes a una escalera gigantesca. Y después se olvidó
de todo, porque venía el propio Aslan saltando de acantilado en acantilado como una
viviente catarata de poder y belleza.
Y a la primera persona a quien Aslan llamó fue al Burro Cándido. Nunca has visto un
burro tan débil y tonto como Cándido caminando hacia Aslan; y se veía tan chico al lado de
Aslan como un gatito al lado de un San Bernardo. El León inclinó su cabeza y murmuró algo a
Cándido, que al escuchar bajó las largas orejas; pero luego le dijo algo más, al oír lo cual sus