Page 5 - 03. Saga Las Cronicas De Narnia
P. 5

Eustaquio se aferró a ella en un ataque de pánico y ambos se hundieron.
       Al salir a flote nuevamente, Lucía pudo distinguir una figura blanca que se

zambullía desde uno de los costados del barco. Edmundo estaba bast ante cerca de ella,
pataleando en el agua y había cogido por los brazos a Eustaquio que aullaba de terror.
Luego, por el otro lado, alguien más, cuyo rostro le era vagamente familiar, la sostuvo
firmemente. Del barco se oía una serie de gritos y en la borda se podía ver a un
sinnúmero de personas apiñadas unas contra otras, arrojando las cuerdas. Edmundo y el
desconocido le amarraron una alrededor de ella. Después vino lo que pareció una espera
muy larga, durante la cual su cara se puso azul y comenzaron a castañetearle los dientes.
En realidad, la demora no fue tan grande como parecía. Estaban esperando el momento
oportuno para subirla a bordo del barco, sin correr el riesgo de que se golpeara contra su
costado. Pero a pesar de todos los esfuerzos, Lucía vio que tenía una rodi lla magullada
cuando, finalmente, estuvo en la cubierta goteando y tiritando. Luego, de un tirón
subieron a Edmundo y, en seguida, al desdichado Eustaquio. Al último subió el
desconocido, un muchacho de pelo dorado, algunos años mayor que los niños.

       — ¡Ca... Ca... Caspian! —balbuceó Lucía muy sorprendida apenas hubo recuperado
el aliento. Pues era Caspian, el joven rey de Narnia, a quien ellos ayudaron a obtener el
trono durante su última visita. Edmundo también lo reconoció y los tres se dieron la
mano y se palmotearon la espalda con gran júbilo.

       — ¿Quién es este amigo de ustedes? —dijo Caspian casi al instante y se volvió a
Eustaquio con su alegre sonrisa.

       Pero Eustaquio lloraba mucho más fuerte de lo que se puede permitir a cualquier
niño de su edad, cuando sólo ha sufrido un buen remojón.

       — ¡Déjenme ir, déjenme volver! ¡No me gusta estar aquí! —vociferaba.
        — ¿Dejarlo ir?— preguntó Caspian—. Pero ¿a dónde? Eustaquio se abalanzó a la
baranda del barco, como si esperase ver el marco del cuadro colgado sobre el mar, o tal
vez vislumbrar el cuarto de Lucía. Pero lo que vio fueron olas muy azules salpicadas de
espuma y un cielo de color azul más pálido, que se extendían sin interrupción hacia el
horizonte. Tal vez no podamos culparlo de que se le fuera el alma a los pies, ya que se
estaba mareando rápidamente.

       —Rynelf —llamó Caspian a uno de los marineros—, trae vino aromático para sus
Majestades. Ustedes necesitan algo para entrar en calor después de ese chapuzón.

       Llamaba a Edmundo y a Lucía sus Majestades porque, junto con Pedro y Susana,
habían sido reyes y reinas de Narnia antes que él. El tiempo en Narnia transcurre en forma
diferente al nuestro. Si pasas cientos de años allá, al volver a nuestro mundo será la misma
hora del mismo día en que te fuiste. Y también, si vuelves a Narnia después de pasar una
semana aquí, te encontrarás con que han transcurrido mil años narnianos, o sólo un día, o
tal vez ni siquiera un segundo; pero eso nunca lo sabrás hasta que llegues allá. Por eso,
cuando los niños Pevensie volvieron a Narnia por segunda vez, su llegada fue considerada
(por los narnianos) como si el rey Arturo volviera a Inglaterra, como algunos creen que lo
hará. Y en m i opinión cuanto antes lo haga, tanto mejor.

       Rynelf volvió con el humeante y aromático vino en una gran jarra y cuatro copas de
plata. Era exactamente lo que les hacía falta, y a medida que Lucía y Edmundo lo bebían a
sorbos, podían sentir el calor que los recorría hasta la punta de los pies. Sin embargo,
Eustaquio hizo muecas, tartamudeó y lo escupió lejos; se mareó nuevamente y reanudó sus
gritos, preguntando si acaso no tendrían algún alimento energético vitaminizado de
cualquier tipo de arbusto y si podrían preparárselo con agua destilada. Y de todos modos
insistía en que lo dejaran en tierra en el próximo puerto.

       —Has traído un compañero de viaje muy divertido, hermano —susurro Caspian al
oído de Edmundo, con risa ahogada.

       Pero antes que pudiese decir cualquier otra cosa, Eustaquio gritó nuevamente:
   1   2   3   4   5   6   7   8   9   10