Page 9 - 03. Saga Las Cronicas De Narnia
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admiración.
—Pero ¿crees realmente que el país de Aslan es de esa clase... Es decir, ese tipo de
país al que se puede llegar navegando? —preguntó Lucía.
—No lo sé, Señora —contestó Rípichip—, pero ocurre lo siguiente: cuando estaba
en m i cuna, una ninfa del bosque, una Dríada, recitó este verso sobre mi cabeza:
³Donde el mar y el cielo se encuentran,
donde las olas se hacen más dulces, no
dudes Rípichip,
que encontrarás lo que buscas.
Allí en el Oriente absoluto´.
—En realidad —continuó el Ratón— no entiendo el significado de estas palabras,
pero su sortilegio me ha acompañado siempre.
Después de una breve pausa, Lucía preguntó:
— ¿Dónde estamos ahora, Caspian?
— El capitán puede responder mejor que yo a esa pregunta —dijo Caspian.
Drinian extrajo entonces su carta de navegación y la extendió sobre la mesa.
—Esta es nuestra posición —dijo señalando el lugar con el dedo—, o lo era al
mediodía de hoy. Tuvimos viento favorable desde Cair Paravel y nos mantuvimos un poco
en dirección al norte, hacia Galma, donde llegamos al día siguiente. Allí nos quedamos
durante una semana, ya que el Duque de Galma organizó un gran torneo en honor a su
Majestad, quien desmontó a muchos caballeros.
—Y sufrí algunas caídas bastante peligrosas, Drinian. Todavía me quedan los
rasmillones —añadió Caspian.
—Y desmontó a muchos caballeros —repitió Drinian con una sonrisita—. Nosotros
pensamos que el duque habría estado dichoso si su Majestad el Rey se hubiese casado con
su hija, pero nada sucedió.
— Era bizca y tenía pecas —recordó Caspian.
— ¡Oh, pobrecita! —se compadeció Lucía.
—Y luego zarpamos de Galma —continuó Drinian—, y navegamos por un mar
tranquilo durante dos días enteros y tuvimos que usar los remos; aunque después hubo
viento nuevamente, no logramos llegar a Terebintia, sino hasta el cuarto día de haber
abandonado Galma. Pero al llegar allí, el Rey dio orden de no desembarcar, ya que en
Terebintia había una epidemia. Dimos entonces la vuelta al cabo e hicimos escala en una
pequeña ensenada lejos de la ciudad, donde nos aprovisionamos de agua. Tuvimos que
esperar tres días anclados lejos de la costa, hasta que cogimos viento sudeste y zarpamos
hacia las Siete Islas. Al tercer día de viaje nos alcanzó un barco pirata terebintiano, a
juzgar por su aparejo; pero, como nos vio bien armados, se retiró después de un tiroteo de
flechas de ambos lados.
—Y lo deberíamos haber perseguido, abordado y haber ahorcado de capitán a paje
—agregó Rípichip.
—Y al quinto día ya teníamos Muil a la vista —continuó Drinian—, que, como
ustedes saben, es el extremo más occidental de las Siete Islas. Luego navegamos a remo a
través de los estrechos y casi a la puesta del sol llegamos a Cielo Rojo, en la isla de Brenn,
donde fuimos cariñosamente festejados y nos abastecimos de agua y comida a destajo.
Hace seis días abandonamos Cielo Rojo y hemos mantenido una velocidad estupenda, por
lo que espero ver las Islas Desiertas pasado mañana. En resumidas cuentas, llevamos cerca
de treinta días de navegación y hemos recorrido más de mil doscientas millas desde que
salimos de Narnia.
—¿Y después de las Islas Desiertas? —preguntó Lucía.