Page 11 - 03. Saga Las Cronicas De Narnia
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que la tormenta estaba amainando.
       — ¿Qué tormenta? —preguntó C a s p i an, y Drinian prorrumpió en carcajadas.
       — ¡Tormenta, señorito! —gritó riendo—, pero si no podríamos tener mejor tiempo.
       — ¿Quién es ése? —preguntó Eustaquio, irritado—. Echenlo fuera. Su voz me

traspasa la cabeza.
       — Te traigo algo que te aliviará —dijo Lucía.
       — ¡Andate y déjame en paz! —gruñó Eustaquio.
       Pero bebió un poquito de la botella y, aunque dijo que era algo asqueroso (al abrir

Lucía el frasco, la pieza se llenó de un olor delicioso), lo cierto es que pocos minutos
después de tomar la bebida le volvieron los colores a la cara; y tiene que haberse sentido
mejor, porque en vez de lamentarse por la tormenta y su cabeza, comenzó a exigir que lo
dejaran en tierra, y a decir que “presentaría una orden” contra todos ellos, ante el cónsul
británico. Pero cuando Rípichip preguntó qué quería decir “una orden” y cómo se
presentaba (Rípichip pensaba que se trataba de una nueva forma de solucionar un duelo),
Eustaquio sólo pudo decir:

       — Imagínense, no saber eso.
       Por fin lograron convencer a Eustaquio de que en realidad navegab an lo más rápido
posible hacia el lugar más cercano que conocían, y que tenían las mismas posibilidades
de mandarlo de regreso a C a mb rid g e , que era el lugar donde vivía tío Haroldo, que de
mandarlo a la Luna. Después de esto accedió de mala gana a ponerse la ropa limpia que
habían llevado para él y subió a cubierta.
       C asp i an continuó mostrándoles el barco, aunque ya lo habí an recorrido casi por
completo. Subieron al castillo de proa y vieron al vigía que estaba de pie en una pequeña
tabla en el interior del cuello dorado del dragón, y miraba a través de su boca abierta.
Dentro del castillo de proa se encontraban el fogón (o cocina del barco) y los
alojamientos para personas como el contramaestre, el carpintero, el cocinero y el jefe de
los arqueros. Si piensas que es e x t r a ñ o que la cocina se encuentre en la proa, e imaginas
que el humo de su chimenea flota hacia la parte trasera del barco, es porque estás
pensando en los barcos a vapor, que siempre tienen viento en contra. En los barcos a
vela, el viento viene desde atrás, por lo que cualquier cosa que despida olor se sitúa lo
más adelante posible.
       Después los hicieron subir a la cofa de combate. En un principio se asustaron
bastante con el balanceo del barco y por lo pequeña y distante que se veía abajo la
cubierta. En ese momento comprendes que si llegaras a resbalar, te puedes caer igual
dentro del barco, que al mar. Desde allí fueron conducidos a la popa, donde Rins y otro
hombre estaban de guardia junto a la gran palanca del timón. Tras ellos se alzaba la cola
dorada del dragón, y justo en su interior había una pequeña banca. El barco se llamaba
Explorador del Amanecer, y era tan poquita cosa comparado con nuestros barcos, e
incluso comparado con las naves a rueda, veleros, barcos merc antes y galeones que
Narnia había tenido cuando Edmundo y Lucía reinaban junto a Pedro, que era el gran
Rey, porque en Narnia casi había desaparecido toda navegación durante los reinados de los
antecesores de C asp i an. Cuando su tío Miraz, el usurpador, envió a los siete lores al mar,
éstos tuvieron que comprar un barco galmi ano y contratar una tripulación de marineros
también galmianos.
       Pero ahora C a s p i an había empezado a enseñar a los narnianos para que volvieran a
ser un pueblo navegante, y el Explorador del Amanecer era el mejor barco que habían
construido hasta entonces. Era tan pequeño que en la cubierta, a proa del mástil, casi no
quedaba espacio entre la escotilla central y el bote del barco amarrado a un costado, y el
gallinero (Lucía alimentaba a las gallinas), al otro . Pero era una belleza en su especie,
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