Page 19 - 03. Saga Las Cronicas De Narnia
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Pero antes quisiera conocer tu propia historia.
—Es muy corta, mi Señor —dijo Bern—. Llegué hasta este lugar tan lejano con mis
seis compañeros; me enamoré de una muchacha de las islas y pensé que ya había tenido
suficiente de mar. No tenía ninguna intención de regresar a Narnia mientras el tío de su
Majestad llevara las riendas, así es que me casé y he vivido aquí desde entonces.
—Y ¿qué tal es ese gobernador Gumpas? ¿Reconoce aún al Rey de Narnia como su
Señor?
—De palabra, sí. Todo se hace en el nombre del Rey, pero creo que no le gustará
nada encontrarse con un Rey de Narnia vivo y real, que le salga al paso. Y si su Majestad
se presenta ante él solo y desarmado... Bueno, seguramente él no le negaría su lealtad,
pero fingiría no creerle. Y la vida de su Gracia correría pe ligro. ¿Qué séquito tiene su
Majestad en estas aguas?
Mi barco está dando la vuelta al cabo —dijo Caspian—, y a bordo tenemos
alrededor de treinta espadas por si fuera necesario pelear. ¿No deberíamos hacer entrar el
barco a puerto y dejarnos caer sobre P ug, para liberar a mis amigos que tiene
prisioneros?
—Yo no se lo aconsejaría —dijo Bern—, ya que si hay lucha, dos o tres barcos
zarparían de Cielo Angosto para rescatar a P ug. Lo que su Majestad debe hacer es
demostrar más poder del que en realidad tiene, y lograr que el nombre del rey cause
terror. No será necesario llegar a franca batalla, ya que Gumpas es un cobarde y se le
puede intimidar fácilmente.
Casp ian y Bern continuaron con su conversación un rato más, y luego bajaron a la
playa, un poco al norte del pueblo. Allí Casp i an hizo sonar su cuerno (no se trataba del
gran cuerno mágico de Narnia, el cuerno de la reina Susana; lo dejó en casa para que
Trumpkin, su regente, lo utilizara si lo necesitaba ante un ataque al reino, durante la
ausencia del Rey).
Drinian, que estaba vigilando en espera de alguna señal, reconoció de inmediato el
sonido del cuerno real y el Explorador del Amanecer comenzó a tomar rumbos a la playa.
Luego el barco dejó la costa otra vez y, pocos minutos después, Casp ian y Lord Bern
estaban en cubierta y explicaban la situación a Drinian. Este, al igual que Caspian, quería
poner la quilla del Explorador del Amanecer contra el barco de esclavos y abordarlo.
Bern se opuso nuevamente:
—Navega derecho por este canal, Capitán, y luego da vuelta hacia Avra, donde
están mis dominios. Pero antes, iza la bandera real, saca a relucir los escudos y envía
tantos hombres como puedas a la cofa de combate, y, a unos cinco tiros de ballesta de
aquí, cuando a proa tengas mar abierto a babor, haz rápido unas cuantas señales.
—¿Señales? ¿A quién? —preguntó Drinian.
— ¡Vaya! A todos los barcos que no tenemos, pero que sería bueno que el señor
Gumpas creyese que tenemos.
— ¡Ah!, ya veo —dijo Drinian, frotándose las manos—, y ellos descifrarán nuestras
señales. ¿Qué es lo que debo decir? ¿Una flota completa rodea el sur de Avra y se
congregará en...?
—En la finca de Bern —dijo Lord Bern—. Eso nos viene muy bien. Si es que
hubiesen más barcos no podrían ser avistados desde Cielo Angosto durante toda su
travesía.
Casp ian se compadecía de sus amigos que languidecían en la bodega del barco de
esclavos de Pug; pero no pudo dejar de encontrar muy agradable el resto de aquel día.
Ya tarde (pues tuvieron que hacer todo el trayecto a remo), habiendo virado a estribor
para bordear el extremo noreste de Doorn, y girando nuevamente a babor, alrededor de la
puntilla de Avra, entraron por fin a un buen puerto en la costa sur de Avra, donde las
acogedoras tierras de Bern bajaban hasta la orilla del mar.