Page 23 - 03. Saga Las Cronicas De Narnia
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cincuenta años.
— Este es un asunto que deberá ser presentado al Consejo el próximo mes —dijo
Gumpas—. Si alguien propone que se cree una comisión de investigación que informe
sobre la historia financiera de las islas en la primera reunión del año que viene, bueno,
entonces...
— También está estipulado claramente en nuestras leyes —continuó Caspian—, que
si el tributo no es entregado, la deuda completa deberá ser cancelada de su propio bolsillo
por el gobernador de las Islas Desiertas.
Ante esto, Gumpas empezó a prestar verdadera atención.
— ¡Ah, no, ni hablar! —dijo Gumpas—. Es una imposibilidad económica... eh... su
Majestad debe estar bromeando...
En su interior se preguntaba si habría manera de deshacerse de aquellos visitantes
inoportunos. De haber sabido que Caspian tenía un solo barco y sólo la tripulación de ese
barco con él, le habría dicho palabras dulces por ahora, y habría esperado hacerlos cercar y
asesinar a todos durante la noche. Pero el día anterior había visto un barco de guerra bajar
por los estrechos y enviar señales a su escolta, según él supuso. No supo entonces que era
el barco del Rey, pues no había viento suficiente para desplegar su bandera y hacer visible
el León dorado. Por eso había esperado los acontecimientos. Ahora Gumpas imaginaba
que Caspian tenía una flota completa en la finca de Bern. Jamás se le habría pasado por la
mente que alguien atacara Cielo Angosto para tomar las islas con menos de cincuenta
hombres. Desde luego no era la clase de cosas que se le ocurriría hacer a él.
—En segundo lugar —dijo Caspian—, quiero saber por qué has permitido establecer
aquí este abominable y desnaturalizado comercio de esclavos, contrario a las antiguas
costumbres y usanzas en nuestros dominios.
—Necesario, inevitable —dijo su Suficiencia—. Un elemento primordial en el
desarrollo económico de las islas, se lo aseguro. El auge de nuestra actual prosperidad
depende en gran medida de este comercio.
—¿Qué necesidad tienes de esclavos?
—Para la exportación, su Majestad. Venderlos principalmente a Calormen; y
tenemos otros mercados. Somos un gran centro de comercio.
—En otras palabras —dijo Caspian—, no los necesitas. Dime ¿para qué sirven fuera
de poner dinero en los bolsillos de un tipo como Pug?
—La juventud de su Majestad... —dijo Gumpas con lo que pretendía ser una sonrisa
paternal—, no le permite entender el problema económico que esto significa. Yo tengo
estadísticas, tengo gráficos, tengo...
—Por muy joven que sea —interrumpió Caspian—, creo entender el mercado de
esclavos por dentro tan bien como su Suficiencia. Y no veo que traiga a las islas ni carne,
ni pan, ni cerveza, ni vino, ni madera, ni repollos, ni libros, ni instrumentos musicales, ni
caballos, ni armaduras, ni ninguna otra cosa digna que valga la pena tener. Pero ya sea que
lo haga o no, esto debe terminar.
—Pero esto significaría volver atrás —resolló el gobernador—. ¿No sabes nada de
progreso y de desarrollo?
—Los he visto nacer —dijo Caspian—. En Narnia los llamamos u n ma l ca min o .
Este comercio debe terminar.
—No puedo responsabilizarme de una medida semejante —dijo Gumpas.
—Muy bien, entonces —dijo Caspian—, te relevamos de tu cargo. Milord Bern, ven
acá...
Y antes de que Gumpas se diera verdaderamente cuenta de lo que ocurría, Bern, con
sus manos entre las del Rey, se arrodilló y prestó juramento de gobernar las Islas