Page 46 - 03. Saga Las Cronicas De Narnia
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esperado ver: la gran Serpiente Marina. Desde muy lejos se podían distinguir los pliegues
de su gigantesca cola, que a intervalos se levantaba de la superficie. Ahora su cabeza se
encumbraba por sobre el mástil.
Todos los hombres cogieron sus armas, pero no había nada que hacer, el monstruo
estaba fuera de su alcance.
—Disparen, disparen —gritó el capitán arquero, y muchos obedecieron, pero las
flechas rebotaron en la piel de la Serpiente Marina como si estuviera enchapada en
hierro. Luego, durante algunos segundos horribles, todo el mundo se quedó inmóvil
mirando fijamente sus ojos y su boca, y preguntándose hacia dónde saltaría.
Pero no saltó. Sacó su cabeza hacia el otro lado del barco, al mismo nivel de la
verga del mástil, hasta que quedó justo a la altura de la cofa de combate. Luego continuó
estirándose y estirándose hasta que su cabeza estuvo sobre la borda a estribor, y entonces
comenzó a bajar, no hacia la atestada cubierta, sino dentro del agua, de modo que toda la
nave quedó bajo un arco de serpiente. Casi en el acto, ese arco empezó a achicarse: en
verdad la Serpiente Marina ya casi estaba tocando el costado del Explorador del
Amanecer.
Eustaquio (que realmente había tratado a toda costa de portarse bien, hasta que la
tormenta y el ajedrez lo hicieron volver atrás) hizo en este momento el primer acto de
valentía de su vida. Llevaba una espada que le había prestado Caspian y, en cuanto el
cuerpo de la serpiente estuvo lo suficientemente cerca a estribor, saltó sobre la borda y
comenzó a acuchillarla con todas sus fuerzas. Es cierto que lo único que logró fue hacer
añicos la segunda mejor espada de Caspian, pero estuvo excelente para ser un
principiante.
Otros lo habrían secundado si en ese instante Rípichip no hubiera gritado:
—¡No peleen, empujen!
Era tan insólito que el Ratón aconsejara no pelear, que, a pesar del terrible
momento que estaban pasando, todas las miradas se volvieron hacia él. Cuando Rípichip
saltó sobre la borda delante de la serpiente y, apoyando su pequeña espalda peluda contra
el enorme cuerpo escamoso y viscoso del reptil, comenzó a empujar lo más fuerte que
pudo, muchos de los que estaban allí entendieron su intención y se abalanzaron a ambos
lados del barco para hacer lo mismo. Y cuando, instantes más tarde, apareció
nuevamente la cabeza de la Serpiente Marina, esta vez a babor y con su espalda hacia
ellos, todos comprendieron.
La bestia se había enrollado alrededor del Explorador del Amanecer, y comenzaba a
apretar el nudo. Cuando estuviese lo suficientemente apretado... ¡ z a z ! . . . sólo quedarían
astillas flotando en el lugar donde antes estuviera el barco, y podría sacar fuera del agua
a sus tripulantes uno por uno. La única alternativa que les quedaba era empujar la lazada
hacia atrás hasta que se deslizara por la popa, o si no (dicho en otras palabras) empujar
el barco hacia adelante, para sacarlo fuera de la lazada.
De más está decir que Rípichip tenía las mismas posibilidades de hacer esto por sí
solo que las de levantar una catedral, pero casi había muerto en el intento antes de que
los otros lo empujaran a un lado. Pronto toda la tripulación, salvo Lucía y Rípichip (que se
estaba desmayando), había formado dos largas filas a lo largo de las dos bordas,
poniendo cada hombre su pecho contra la espalda del que estaba adelante, de modo que el
peso de toda la hilera recaía en el último hombre, y empujaban con desesperación.
Durante algunos terribles segundos (que parecieron horas) no ocurrió nada. Las
coyunturas crujían, caía el sudor y se entrecortaba la respiración entre gruñidos y jadeos.
Luego pareció que el barco se movía. Vieron que la lazada del reptil estaba más lejos del
mástil que antes, pero también más pequeña. Ahora enfrentaban el verdadero peligro.
¿Podrían hacerla pasar por sobre la popa, o estaba ya demasiado apretada?