Page 42 - 03. Saga Las Cronicas De Narnia
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lo dijo. Y yo sabía que tenía que hacer lo que me decía, así es que me puse de pie y lo
seguí. Me llevó muy lejos por las montañas. Y siempre había ese claro de luna alrededor
del león, dondequiera que fuera. Al final llegamos a la cumbre de una montaña que no
había visto jamás, y en la cumbre de esa montaña había un jardín, árboles y frutas, y
muchas cosas más. Al medio había una fuente.
“Supe que era una fuente, porque vi las burbujas de agua que su bían desde el
fondo, pero era mucho más grande que la mayoría de las fuentes, como un gran baño
redondo, con escalinata de mármol que bajaba al fondo. El agua era tremendamente
clara; pensé que si me metía adentro y me bañaba, se calmaría el dolor de mi pata. Pero el
león me dijo que antes tenía que desvestirme. La verdad es que no tengo la menor idea si
dijo alguna palabra en alta voz o no.
“Estaba a punto de decir que no podía desvestirme, porque no llevaba ropa, cuando
me acordé de que los dragones son una especie de serpientes y que las serpientes botan la
piel. ¡Oh!, claro, pensé, eso es lo que el león quiere decir. Y empecé a rascarme, y mis
escamas empezaron a caer por todas partes; entonces me rasqué un poco más fuerte y, en
vez de ser sólo escamas las que caían por aquí y por allá, toda mi piel comenzó a
despellejarse maravillosamente, como ocurre después de una enfermedad, o como si yo
fuera un plátano. En un par de minutos simplemente me salí de ella. La pude ver tirada
detrás de mí, con un aspecto bastante desagradable. Fue una sensación muy deliciosa.
Entonces empecé a bajar a la fuente, para darme un baño. Pero apenas iba a poner mi pie
en el agua, miré hacia abajo y vi que estaba tan duro, áspero, arrugado y escamoso como
antes. Está bien —me dije—. Quiere decir que tengo puesta otra vestimenta más ligera
bajo la primera, y que también debo sacármela. Así es que comencé a rascarme y a
desgarrar esta segunda piel, que se soltó a las mil maravillas, y salí de ella y la dejé tirada
al lado de la otra y bajé al pozo para darme mi baño.
“Pero ocurrió exactamente lo mismo. Me dije: 'Ay, Dios mío, ¿cuántas pieles más
tendré que sacarme?' Ansiaba bañar mi pata. Me rasqué, pues, por tercera vez, y me saqué
una tercera piel tal como las dos anteriores, y salí fuera de ella. Pero apenas me vi en el
agua, comprendí que no había servido de nada.
“Entonces el león me dijo, pero no sé si me habló o no: Tendrás que dejar que te
desvista yo.
“No te puedo decir el miedo que me daban sus garras, pero ya estaba al borde de la
desesperación; así es que simplemente me tendí de espaldas, para dejar que él me
desvistiera.
“El primer desgarrón que hizo fue tan profundo, que pensé que había ido directo a mi
corazón. Y cuando empezó a arrancarme la piel, sentí el dolor más grande que he tenido
en toda mi vida. Lo único que me dio valor para aguantar fue el placer de sentir cómo se
despellejaba esa cosa. Tú sabes..., si alguna vez te has sacado la costra de una herida.
Duele como diablo, pero es tan divertido ver como sale.
—Entiendo perfectamente lo que quieres decir —dijo Edmundo.
—Bueno —continuó Eustaquio—, entonces el león me sacó esa maldita cosa por
completo, tal como yo creía haberme arrancado las otras tres, sólo que ésas no me
dolieron, y allí quedó tirada en el pasto, pero mucho más gruesa, más oscura y nudosa
que las pieles anteriores. Y allí estaba yo, tan terso y suave como una varilla pelada, y
más bajo que antes. Entonces el león me agarró, lo que no me gust ó mucho, porque
estaba muy delicado por dentro ahora que no tenía una piel encima, y me lanzó al agua.
Me ardió muchísimo, pero sólo un momento. Después el agua se volvió de liciosa, y en
cuanto empecé a nadar y a chapotear, me di cuenta de que el dolor de mi brazo había
desaparecido. Y luego vi por qué. Había vuelto a ser un niño. Seguramente pensarás que
soy un farsante si te digo lo que me parecían mis propios brazos. Yo sé que no son