Page 67 - 03. Saga Las Cronicas De Narnia
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final:
       — Oye, tú no puedes hablar como nuestro Jefe, pero algún día aprenderás,

jovencito. Escúchalo a él, y él te enseñará cómo decir las cosas. ¡Ahí tienes a un gran
orador!

       Al llegar a la bahía, Rípichip tuvo una brillante idea. Hizo bajar su p equeña
barquilla y se dedicó a remar, hasta que los monópodos se manifestaron sumamente
interesados. Entonces se puso de pie dentro de su embarcación y dijo:

       —Respetables e inteligentes monópodos: ustedes no necesitan botes, ya que cada
uno posee un pie que puede reemplazarlo. Sólo tienen que saltar sobre el agua lo más
suave que puedan, y verán lo que ocurre.

       El Jefe monópodo se quedó atrás y advirtió a los otros que encontrarían el agua
sumamente mojada, pero uno o dos de los más jóvenes hicieron la prueb a casi de
inmediato y, luego, unos cuantos más siguieron su ejemplo y finalmente el grupo entero
hizo lo mismo y todo salió perfectamente bien. El único e inmenso pie de los monópodos
hacía las veces de una balsa o bote natural, y cuando Rípichip les enseñ ó cómo cortar
remos firmes para ellos, todos remaron por la bahía y alrededor del Explorador del
Amanecer, dando la impresión de que se trataba verdaderamente de una flota completa de
pequeñas canoas con un enano gordo parado en la popa de cada una de ellas. Hicieron
carreras, y del barco bajaron botellas de vino para dárselas como premio, y los marineros
se asomaban por los costados del barco, riéndose hasta que empezaron a dolerles sus
propios costados.

       Los Zonzos también estaban contentos con su nuevo nombre de “monópodos”, que
les parecía un nombre magnífico, a pesar de que nunca lo pudieron aprender bien.

       — Eso es lo que somos —gritaban—. Monipudos, Pomonodos, Podimonos. Justo el
nombre que teníamos en la punta de la lengua.

       Pero muy pronto se les enredó con su antiguo nombre de Zonzos; finalmente se
acostumbraron a llamarse Zonzópodos, y lo más probable es que así se llamarán por
siglos.

       Esa noche los narnianos cenaron con el mago en el piso de arriba, y Lucía se dio
cuenta de lo diferente que se veía todo ahora que no le tenía miedo. Los misteriosos
signos en las puertas continuaban siendo misteriosos, pero ahora parecían tener
significados amables y alegres, e incluso el espejo barbón ahora parecía más divert ido
que atemorizador. Por arte de magia, cada uno tuvo a la cena lo que más le gustaba
comer y beber, y después el mago realizó una obra de magia muy hermosa y útil.
Extendió sobre la mesa dos hojas de pergamino en blanco y pidió a Drinian que le
relatara detalladamente su viaje hasta esa fecha y, a medida que Drinian hablaba, todo lo
que decía quedaba grabado en el pergamino, con líneas claras y delgadas, hasta que al
final cada una de las hojas quedó transformada en un mapa espléndido del océano
oriental, donde veían Galma, Terebintia, Las Siete Islas, las Islas Desiertas, la Isla
Dragón, Isla Quemada, Aguas de Muerte y la propia Isla de los Zonzos, todas del tamaño
correcto y en las posiciones adecuadas. Estos fueron los primeros mapas de esos mares y
mejores que los que se han hecho después sin la ayuda de la magia. Porque en ellos,
aunque al principio los pueblos y montañas se veían como en cualquier mapa común,
cuando el mago les prestó un magnífico cristal, podías ver que eran perfectas fotografías
en miniatura de las cosas reales, de modo que veías el verdadero castillo y el mercado de
esclavos y las calles de Cielo Angosto, todo muy claro, aunque muy distante, como se
ven las cosas por el revés del telescopio. El único inconveniente era que la línea de la
costa estaba incompleta en la mayoría de las islas, puesto que el mapa mostraba sólo lo
que Drinian había visto con sus propios ojos. Cuando terminaron, el mago se quedó con
uno para él y el otro se lo regaló a Caspian; aún está colgado en la Sala de los
Instrumentos en Cair Paravel. Pero el mago no pudo decirles nada sobre mares o tierras
más hacia el este. Sin embargo, les contó que cerca de siete años atrás había anclado en
sus mares un barco narniano y que a bordo viajaban cuatro caballeros: lord Revilian, lord
Argoz, lord Mavramorn y lord Rup. Dedujeron, por lo tanto, que el hombre dorado que
habían visto muerto en Aguas de Muerte debía ser lord Restimar.
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