Page 82 - 03. Saga Las Cronicas De Narnia
P. 82

Caspian le contó entonces la historia de lord Rup.
       — Y o le puedo proporcionar lo que más necesita —dijo Ramandú—. En esta isla se
puede dormir sin límite ni medida, y dormir sin que se escuche ni la más leve pisada de
un sueño. Dejen que se siente al lado de los otros tres y que beba olvido, hasta que
ustedes regresen.
       —¡Oh! ¡Hagámoslo, Casp ian! —dijo Lucía—. Estoy segura de que eso es
precisamente lo que él querría.
       En ese minuto fueron interrumpidos por el sonido de muchos pasos y voces; eran
Drinian y el resto de la tripulación que se acercaban. Se detuvieron sorprendidos al ver a
Ramandú y a su hija y, luego, como era evidente que se trataba de grandes personajes,
todos se descubrieron la cabeza. Algunos marineros miraron con ojos llenos de pesar las
fuentes y botellas vacías sobre la mesa..
       —Mi Lord —dijo el Rey a Drinian—, por favor, envía a dos hombres de vuelta al
Explorador del Amanecer, con un mensaje para lord Rup. Dile que los últimos de sus
antiguos compañeros de barco se encuentran durmiendo aquí, durmiendo sin sueños, y
que él puede hacer lo mismo.
       Cuando se cumplió la orden, Caspian dijo a los demás que se sentaran y les expuso
la situación. Al terminar se produjo un largo silencio y algunos murmullos, hasta que de
pronto se puso de pie el capitán Bowman y dijo:
       —Lo que algunos de nosotros deseamos preguntar desde hace algún tiempo, su
Majestad, es cómo haremos para llegar a casa cuando decidamos volver, ya sea que
demos la vuelta aquí o en otro lugar. Todo el camino hemos tenido vientos oeste y
noroeste, salvo una calma ocasional, y si esto no cambia, me gustaría saber qué
esperanzas tenemos de volver a ver Narnia. No hay muchas posibilidades de que las
provisiones duren si remamos todo el camino de vuelta.

       —Así hablan los hombres de tierra —dijo Drinian—. En estos mares siempre hay
un viento oeste predominante hasta fines del verano, y siempre cambia al comenzar el
nuevo año. Tendremos suficiente viento para navegar rumbo al oeste; más de lo que
quisiéramos, según dicen.

       — Eso es verdad, capitán —dijo un viejo marinero, que era galmiano de
nacimiento—. En enero y febrero se tiene un tiempo horrible proveniente del este. Y con
su permiso, señor, si yo estuviese al mando de este barco, propondría pasar el invierno
aquí y emprender el viaje de regreso a casa en marzo.

       — ¿Qué comerías mientras invernamos aquí? —preguntó Eustaquio.
       — Cada día al ponerse el sol —dijo Ramandú—, esta mesa se llenará con un
banquete digno de un rey.
       — ¡Así se habla! —exclamaron varios marineros.
       — Sus Majestades, caballeros y damas —dijo Rynelf—. Sólo hay una cosa que
quiero decirles. A ninguno de nosotros se le obligó a venir en este viaje. Somos
voluntarios. Y hay algunos aquí que están mirando insistentemente esa mesa pensando
en el banquete real, y que el día que zarpamos de Cair Paravel hablaban a grandes voces
de las aventuras que tendrían, y juraban que no volverían a casa mientras no encontraran el
Fin del Mundo. Y en el muelle quedaron algunos que habrían dado todo lo que tenían con
tal de venir con nosotros. En ese entonces, se pensaba que era preferible tener el
camarote de un grumete a bordo del Explorador del Amanecer, a usar un cinturón de
caballero. No sé si comprenden mis palabras, pero lo que quiero decir es que tipos que
emprenden un viaje como el nuestro, serían tan tontos como..., como aquellos
Zonzópodos, si volvemos a casa y decimos que llegamos al principio del Fin del Mundo y
no tuvimos el valor de ir más lejos.
       Ante estas palabras algunos marineros aplaudieron, en tanto que otros dijeron que
les daba lo mismo.
       —No va a ser divertido —susurró Edmundo a Caspian—. ¿Qué hacemos si la mitad
   77   78   79   80   81   82   83   84   85   86   87