Page 78 - 03. Saga Las Cronicas De Narnia
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volvemos a remar, sino que nos sentamos a pasar el resto de nuestra vida en paz? “Y
el segundo dijo:
“—No, embarquémonos nuevamente y naveguemos hacia Narnia y el oeste. Puede
ser que Miraz haya muerto.
“Pero luego el tercero, que era muy dominante, se paró de un salto y dijo:
“—¡No, por el cielo! Somos hombres y telmarinos, no bestias, ¿qué nos queda por
hacer si no es buscar una aventura tras otra? En todo caso, no creo que vivamos mucho
tiempo más. Usemos lo que nos queda de vida para buscar el mundo despoblado que está
más allá de donde sale el sol.
“Y mientras discutían, cogió el Cuchillo de Piedra que está allí sobre la mesa,
dispuesto a luchar contra sus amigos. Pero esto es algo que él no podía toc ar. Y cuando
sus dedos se cerraron alrededor de la empuñadura, sobre los tres cayó un profundo
sueño. Y, mientras no se rompa el encantamiento, no volverán a despertar.
— ¿Qué es ese cuchillo de piedra? —preguntó Eustaquio.
— ¿Ninguno lo conoce? —inquirió la niña.
— Yo..., yo creo —dijo Lucía— haber visto algo semejante antes. Fue un cuchillo
como ése el que La Bruja Blanca usó hace mucho tiempo para matar a Aslan en la Mesa de
Piedra.
—Es el mismo —dijo la muchacha—, y fue traído aquí para ser honrado hasta el
fin del mundo.
Edmundo, que parecía sentirse cada vez más incómodo dur ante los últimos
minutos, habló por fin.
—Mira —dijo—, no soy un cobarde por no haber probado esta comida, y no
pretendo ser grosero. Pero hemos tenido muchas aventuras extrañas en este viaje, y las
cosas no siempre son lo que parecen. Al mirar tu cara, no puedo dejar de creer todo lo
que dices; pero también es lo mismo que me pasaría con una bruja. ¿Cómo podemos
saber que eres nuestra amiga?
—No pueden saberlo —dijo ella—. Simplemente tienen que creer o no.
Después de una pausa se oyó la vocecita de Rípichip.
— Señor —dijo a Caspian—, te ruego tener la amabilidad de llenar m i copa con
vino de aquel jarro: es demasiado grande para que yo pueda levantarlo. Quiero brindar
por la dama.
Caspian obedeció, y el Ratón, parado sobre la mesa y sosteniendo una copa de oro
entre sus diminutas patas, dijo:
— Señora, brindo por ti.
Luego se puso a comer pavo real frío y, un segundo después, todos siguieron su
ejemplo. Estaban muy hambrientos, y aunque la comida no era precisamente lo que a uno
le gusta comer muy temprano al desayuno, era perfecta para una cena tardía.
— ¿Por qué se llama Mesa de Aslan? —preguntó Lucía.
—Porque fue puesta aquí por mandato suyo —dijo la muchacha—, para aquellos
que vienen de muy lejos. Algunos llaman a esta isla El Fin del Mundo, porque aunque se
puede navegar más allá, es el principio del fin.
—Pero ¿cómo logran que la comida se mantenga fresca? preguntó Eustaquio, el
práctico.
— Se come y se renueva cada día —dijo la niña—, ya lo verán.
—Y ¿qué haremos con los durmientes? —preguntó Caspian—. En el mundo de
donde vienen mis amigos—aquí señaló a Eustaquio y a los Pevensie—, cuentan la
historia de un príncipe o un rey que llega a un castillo donde todos duermen un sueño
encantado. En esa historia él no pudo deshacer el encantamiento, hasta que besó a la
princesa.
—Pero aquí —dijo la muchacha— es diferente. Aquí él no puede besar a la
princesa mientras no haya deshecho el hechizo.
—Entonces —dijo Caspian—, en nombre de Aslan, dime cómo debo empezar ese
trabajo de inmediato.