Page 84 - 03. Saga Las Cronicas De Narnia
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menos, y comenzaban a sentirse incómodos. De modo que poco antes de que se
cumpliera la media hora, ya muchos estaban abiertamente “haciendo la pata” a Drinian y
a Rins (al menos, así se decía en mi colegio) para obtener un buen informe. Pronto había
sólo tres que no querían ir, y esos tres trataban por todos los medios de persuadir a otros
para que se quedaran con ellos. Y muy poco después, quedó sólo uno, que al final
empezó a sentir miedo de que lo dejaran solo atrás, y cambió de parecer.

       Al cumplirse el plazo de la media hora, todos volvieron en tropel a la Mesa de
Aslan y permanecieron de pie en un extremo, mientras Drinian y Rins fueron a sentarse
junto a Caspian y le presentaron su informe. Caspian aceptó a todos los hombres, menos al
que cambió de parecer al último momento. Su nombre era Pocosueldo, y permaneció en
la Isla de la Estrella todo el tiempo que los demás estuvieron navegando en busca del Fin
del Mundo, deseando ardientemente haber ido con ellos. No era del tipo de hombr e que
podría entretenerse conversando con Ramandú y su hija (ni tampoco ellos con él).
Además llovió mucho, y a pesar de que todas las noches había un gran banquete en la
Mesa, no lo disfrutaba demasiado. Decía que le ponía la carne de gallina sentarse all í
solo (tanto si llovía, como si no) con esos cuatro lores dormidos en un extremo de la
mesa. Y cuando los otros volvieron, se sintió tan ajeno a todo, que desertó en el viaje de
regreso a casa, se quedó en las Islas Desiertas y se fue a vivir a Calormania . Allí contaba
fantásticas historias sobre sus aventuras en su viaje al Fin del Mundo, hasta que él mismo
llegó a creerlas. Así que, en cierto sentido, se puede decir que vivió feliz el resto de sus
días. Pero jamás pudo soportar a los ratones.

       Aquella noche todos comieron y bebieron en la gran Mesa entre los pilares, donde,
por arte de magia, se renovaba el banquete. Y a la mañana siguiente el E x p lo ra d o r d e l
A ma n ecer i zó velas nuevamente, justo cuando los grandes pájaros habían llegado y
vuelto a partir.

       —Señora —dijo Caspian—, espero volver a hablar contigo cuando haya roto el
encantamiento.

       Y la hija de Ramandú lo miró y sonrió.
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