Page 83 - 03. Saga Las Cronicas De Narnia
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de nuestros compañeros echa pie atrás?
— Espera —contestó Caspian en un susurro—. Aún tengo una carta que jugar.
— ¿No vas a decir nada, Rip? —preguntó Lucía.
—No. ¿Por qué espera su Majestad que lo haga? —repuso Rípichip en una voz que
la mayoría pudo oír—. Ya hice mis propios planes. Navegaré a bordo del Explorador del
Amanecer, mientras sea posible. Cuando él me falle, remaré hacia el este en m i barquilla.
Cuando se hunda, nadaré siempre al este con mis cuatro patas, y cuando ya no pueda
seguir nadando, si aún no he llegado al país de Aslan, o me he precipitado por el borde
del mundo en una inmensa catarata, me hundiré con la nariz hacia la salida del s ol y
Rípichip quedará a la cabeza de los ratones de Narnia que hablan.
— ¡Bravo, bravo! —gritó un marinero—. Yo digo lo mismo, salvo la parte sobre la
barquilla, pues no cabría en ella —y añadió en voz más baja—: No me las ganará un
ratón.
Al oír esto, Caspian se puso en pie de un salto.
—Amigos —dijo—, creo que no han comprendido bien cuáles son nuestras
intenciones. Hablan como si hubiésemos venido a ustedes con nuestro sombrero en la
mano, mendigando una tripulación. Bien..., sepan que no es así. Noso tros, junto con
nuestros reales hermanos y su pariente y el Señor Rípichip, el buen caballero, y lord
Drinian, tenemos una misión en el Fin del Mundo. Tendremos el placer de escoger de
entre aquellos de ustedes que estén dispuestos, a los que consideremos dignos de tan
grande empresa. No hemos dicho que puedan venir sólo porque lo pidan. Es por eso que
pediré a lord Drinian y al capitán Rins que examinen cuidadosamente entre ustedes
cuáles son los más rudos en la batalla, los marinos más expertos, los de sangre más pura,
los más leales a nuestra persona y los de vida y costumbres más limpias; y que me den una
lista con sus nombres.
Hizo una pausa y luego continuó con voz más viva:
—¡Por la Melena de Aslan! —exclamó—. ¿Creen que el privilegio de ver las
últimas cosas se compra por nada? Porque todos los que vengan con nosotros legarán a
sus descendientes el título de Explorador del Amanecer y cuando desembarquemos en
Cair Paravel a nuestro regreso, será dueño de oro o tierra suficiente para ser rico el resto
de su vida. Ahora, dispérsense y váyanse por la isla, todos ustedes. En media hora más
recibiré los nombres que me va a dar lord Drinian.
Hubo un silencio avergonzado y, luego de hacer sus saludos, la tripulación se
marchó, unos por acá y otros por allá, pero la mayoría se fue en pequeños grupos,
conversando.
—Y ahora, a buscar a Lord Rup —dijo Caspian.
Pero al volver a la cabecera de la mesa, se encontró con que Rup ya estaba allí.
Había llegado, silencioso e inadvertido, en medio de la discusión, y ahora estaba sentado
al lado de lord Argoz. La hija de Ramandú se encontraba junto a él, como si acabara de
ayudarlo a sentarse; Ramandú, que estaba a sus espaldas, puso ambas manos sobre la
cabeza gris de Rup. Aún a plena luz del día, un débil rayo de luz plateada salió de las
manos de la estrella. En el rostro demacrado de Lord Rup había una sonrisa. Extendió
una mano a Lucía y la otra a Caspian. Por un momento pareció como si fuese a decir
algo. Luego su sonrisa se iluminó como si estuviera sintiendo una sensación deliciosa;
sus labios exhalaron un largo suspiro de agrado, su cabeza cayó hacia adelante y se
durmió.
—Pobrecito Rup —dijo Lucía—. Pero me alegro. Debe haber pasado momentos
horribles.
—Ni pensemos siquiera —dijo Eustaquio.
Mientras tanto, el discurso de Caspian, ayudado tal vez por un poco de la magia de
la isla, estaba produciendo el efecto deseado. Un buen número de los que parecían
ansiosos de dejar el viaje, pensaban ahora distinto frente a la idea de que los dejaran
fuera. Y, como es de esperar, cada vez que un marinero anunciaba que había decidido
pedir permiso para navegar, los que aún no lo habían dicho advertían que iban siendo