Page 30 - 03. Saga Las Cronicas De Narnia
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pudiera ir a dormir. Y ahora la asquerosa injusticia: ¡Todos le creyeron! ¿No es el
colmo?
“Tuve que disculparme, porque si no esa peligrosa bestia me habría perseguido con
su espada. Y luego Caspian se mostró tal cual es, un tirano cruel, y dijo en voz alta para
que todos oyeran que si descubría a alguien robando agua en el futuro, le daría dos
docenas. No entendía lo que quiso decir hasta que Edmundo me lo explicó. Aparece en la
clase de libros que leen esos niños Pevensie.
“Después de esta cobarde amenaza, Caspian cambió el tono y comenzó a hablar
con aire protector. Dijo que lo sentía por mí, pero que todo el mundo estaba tan
afiebrado como yo, y que debíamos tratar de sacar el mejor partido de esto, etc. Odioso
mojigato presumido. Me quedé todo el día en cama”.
“7 de septiembre
“Un poquito de viento hoy día, pero siempre del oeste. Hicimos unas pocas millas
hacia el este, con parte de la vela puesta en lo que Drinian llama bandola. Esto quiere
decir el bauprés en posición vertical y atado (ellos lo llaman amarrado) al pedazo que
quedaba del verdadero mástil. Todavía con una sed tremenda”.
“8 de septiembre
“Seguimos navegando rumbo al este. Paso en m i litera todo el día y no veo a nadie,
salvo a Lucía, hasta que los dos demonios vienen a acostarse. Lucía me da un poco de su
ración de agua. Dice que a las niñas no les da t anta sed como a los muchachos. Yo
siempre he pensado lo mismo, pero esto debería saberse más en el mar”.
“9 de septiembre
“Tierra a la vista. Una montaña muy alta allá lejos, al sureste”.
“10 de septiembre
“La montaña se ve más alta y más claramente, pero siempre bastante lejos.
Gaviotas otra vez, hoy por primera vez desde hace no sé cuánto tiempo”.
“11 de septiembre
“Pescaron algunos peces y los sirvieron a la comida. Alrededor de las 7 p.m.
dejaron caer el ancla a tres brazas de agua en una bahía de esta isla montañosa. El
imbécil de Caspian no nos dejó bajar a tierra, porque estaba oscureciendo, y temía que
hubiese nativos y animales salvajes. Ración extra de agua esta noche”.
Lo que les esperaba en esta isla iba a afectar a Eustaquio más que a ningún otro,
pero no puedo contárselos con sus propias palabras, porque a partir del 11 de septiembre
olvidó escribir su diario por un buen tiempo.
Al llegar la mañana, con un cielo bajo y gris, pero con mucho calor, los
aventureros se encontraron en una bahía rodeada por tales acantilados y despeñaderos,
que parecía un fiordo noruego. Frente a ellos, en la punta de la bahía, había un espacio
de tierra cubierta totalmente con árboles que parecían cedros, a través de los cuales
corría un rápido riachuelo. Más allá había una cuesta muy escarpada, que terminaba en