Page 55 - 03. Saga Las Cronicas De Narnia
P. 55

—Está bien —dijo la Voz Jefe—. La historia es así. Esta isla ha sido propiedad de un
gran mago desde tiempos inmemoriales y todos nosotros somos, o tal vez, para ser más
exactos, debería decir que éramos, sus sirvientes. Bueno, para resumirles, este mago del
cual les hablaba, nos dijo que hiciéramos algo que no nos gustaba. Y ¿por qué? Pues
porque no queríamos. Entonces este mago se puso furioso, ya que les debo decir que era
el dueño de esta isla y no estaba acostumbrado a que lo contradije ran. Era terriblemente
dominante, ¿saben? Pero, déjenme ver... ¿dónde estaba? ¡Ah!, sí, entonces este mago
subió al segundo piso de la casa, porque deben saber que guardaba todas sus cosas de
magia allá arriba, y todos nosotros vivíamos abajo. Decía que subió al piso de ar riba y
nos hechizó. El hechizo de la fealdad. Si ustedes nos vier an ahora, y en m i opinión que
deben dar gracias a sus estrellas de no poder hacerlo, no se imaginarían cómo éramos
antes de que nos afearan. Realmente no podrían. Así que éramos tan feos que no
podíamos soportar el mirarnos unos a otros. ¿Saben qué hicimos? Bueno, les diré lo que
hicimos. Una tarde esperamos hasta que pensamos que el mago se había dormido, y
luego subimos sigilosamente las escaleras y fuimos con toda desfachatez hasta donde se
encontraba el libro mágico, para ver si podíamos hacer algo para remediar este
afeamiento. Pero todos estábamos temblando y bañados de sudor, de modo que no los
engañaré. Pero me crean o no, les aseguro que no pudimos encontrar nada del tipo de un
hechizo que terminara con nuestra fealdad. A medida que pasaba el tiempo, empezamos
a temer que el anciano caballero se despertara en cualquier momento; yo estaba bañado
en un asqueroso sudor, no se los voy a negar. Bueno, para acortarles la historia, ya sea
que lo hicimos bien o que lo hicimos mal, finalmente vimos un hechizo que hacía invisible
a la gente y pensamos que era preferible ser invisibles, antes que seguir siendo tan feos.
¿Por qué? Pues porque lo preferíamos así. Entonces mi hijita, que tiene casi la misma edad
que la de ustedes, y que era una niña dulce antes de ser afeada, aunque ahora..., pero, en
boca cerrada no entran moscas, miren, mi hija leyó el conjuro, ya que tenía que hacerlo
una niñita, o el mismo mago, si entienden lo que quiero decir, puesto que de otro modo
no funciona. ¿Y por qué no? Pues porque no ocurre nada. De modo que mi Horquillita
dijo el conjuro, pues ya les debo haber dicho que e lla leía maravillosamente, y en ese
momento nos volvimos todo lo invisible que quisiera ver. Y les aseguro que fue un a livio
el no verse más las caras. Al menos al principio. Pero en resumidas cuentas somos seres
mortales y estamos cansados de ser invisibles. Y hay algo más: jamás contamos con que
este mago, del cual les estaba hablando antes, también se volvería invisible. Pero no lo
hemos vuelto a ver desde entonces. Así es que no sabemos si se habrá mue rto, o si se
habrá ido, o si tal vez sea invisible y está sentado a llá arriba, y quizás baje las escaleras
y siga siendo invisible abajo. Y créanme, no se saca nada con tratar de oírlo, pues siempre
andaba descalzo, sin hacer más ruido que un gran gato gordo. Y ahora, caballeros, les
digo francamente que esto está yendo más allá de lo que pueden aguantar nuestros
nervios.

       Esta fue la historia que contó la Voz Jefe, pero muy aco rtada, ya que he omitido
los comentarios de las otras voces. En verdad, él no alcanzaba a decir más de seis o siete
palabras sin que los otros lo interrumpieran con sus frases de acuerdo y de aliento, que
estuvieron a punto de volver locos de impaciencia a los narni anos. Cuando terminó, se
produjo un gran silencio.

       —Pero —dijo finalmente Lucía— no entiendo qué tiene que ver todo esto con
nosotros.

       — ¡El Cielo me ampare! ¿Acaso me he olvidado de aclarar bien todo? —dijo la
Voz Jefe.

       — Todo está claro, todo está claro —gritaron con entusiasmo las otras voces—.
Nadie podría haber dicho las cosas en forma más clara y mejor. Sigue, Jefe, sigue.
   50   51   52   53   54   55   56   57   58   59   60