Page 56 - 03. Saga Las Cronicas De Narnia
P. 56

—Bien, no será necesario que repita toda la historia —comenzó el Jefe.
       —No, por supuesto que no —dijeron Caspian y Edmundo.
       —Bueno, para ir al grano —dijo la Voz Jefe—, desde hace muchísimo tiempo

hemos estado esperando que de otras tierras llegara una niñita tan linda como tú,

señorita, para que fuera arriba, buscara el libro mágico y encontrara la fórmula para

librarnos de la invisibilidad, y la dijera. Y juramos que los primeros extraños que

desembarcaran en esta isla, trayendo consigo a una linda niñita, claro, porque si no la

traían, eso sería harina de otro costal, no saldrían vivos de aquí a menos que hicieran lo

necesario por nosotros. Y es por ello, caballeros, que si su niña no sube a escarbar, nos

veremos en la dolorosa obligación de cortarles la garganta a todos. Tan sólo como parte

del trabajo, como dirían ustedes, y espero que sin ofenderlos.
       —No veo todas sus armas —dijo Rípichip—. ¿O es que también son invisibles?

   Apenas había pronunciado estas palabras, cuando se oyó u n zumbido y al instante una

   lanza se clavó vibrando en un árbol tras ellos.
       — Es una lanza, eso es —dijo la Voz Jefe.
       — Eso es lo que es, Jefe, eso es lo que es —dijeron las otras Voces—. No podrías

haberla clavado mejor.
       —Y salió de mi mano —dijo la Voz Jefe—. Se vuelven visibles cuando no las

tocamos.
       —Pero ¿por qué tengo que ser yo la que haga eso? —preguntó Lucía—. ¿Por qué

no lo hace alguno de ustedes mismos? ¿Es que acaso no tienen niñas?
       —No nos atrevemos, no nos atrevemos —dijeron todas las Voces—. No

volveremos a subir allá.
       —En otras palabras —dijo Caspian—, ustedes le están pidiendo a esta dama que

enfrente un peligro que ustedes no se atreven a pedir a sus propias hermanas e hijas que

enfrenten.
       — ¡Eso es, eso es! —dijeron alegremente las Voces—. No lo podrías haber dicho

mejor. Tú has tenido alguna educación, sí, sí, cualquiera se da cuenta.
       —Vaya, es vergonzoso... —comenzó a decir Edmundo.

       Pero Lucía lo interrumpió:
       —¿Tendría que hacerlo de noche, o podría hacerlo con la luz del día?
       — ¡Con luz de día, con luz de día, ciertamente! —dijo la Voz Jefe—. De noche no.

Nadie te está pidiendo eso. ¿Subir de noche? ¡Uf!
       — Está bien, entonces lo haré —dijo Lucía—. No —agregó volviéndose a los

otros—. No traten de detenerme. ¿No ven que es inútil? Hay docenas de ellos y no les

podemos hacer frente. De esta otra manera tenemos una oportunidad.
       —Pero ¿y el mago? —preguntó Caspian.
       —Ya sé —dijo Lucía—, pero puede que no sea tan malo como ellos se imaginan.

¿No te parece que esta gente no es muy valiente?
       — Ciertamente no son muy inteligentes —dijo Eustaquio.
       —Mira, Lucía —dijo Edmundo—. Realmente no podemos dejarte hacer una cosa

así. Pregúntale a Rip. Estoy seguro de que te dirá lo mismo.
       —Pero, ¡si es algo para salvar mi propia vida y la de ustedes! —dijo Lucía—. Y

tampoco quiero que me hagan pedazos con una espada invisible.
       — Su Majestad tiene razón —dijo Rípichip—. Si tuviésemos alguna garantía de

salvarla con una batalla, estaría clarísimo cuál sería nuestro deber, pero me parece que

no tenemos ninguna. Además, el servicio que le piden en ningún caso atenta contra su

honor, pues es un acto noble y heroico. Si el corazón de la reina la inclina a correr el

riesgo con el mago, no me opondré.

       Como jamás nadie había oído que Rípichip tuviera miedo de algo, él podía decir
   51   52   53   54   55   56   57   58   59   60   61