Page 36 - 03. Saga Las Cronicas De Narnia
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muerto, que yacía bajo la luz de la luna, habría bastado para aterrori zar a cualquiera,
pero en ese instante Eustaquio ni lo advirtió. Su idea era lanzarse al agua. Pero al llegar a
la orilla de la poza ocurrieron dos cosas. Primero que nada, de súbito se dio cuenta de que
había estado corriendo en cuatro patas. ¿Por qué diablos lo había hecho? En segundo
lugar, al inclinarse sobre el agua, por un segundo pensó que otro dragón lo estaba
mirando fuera de la poza. Pero en el acto comprendió la rea lidad. La cara de dragón que
se reflejaba en el agua era su propia imagen. No había ninguna duda. Se movía cuando él
se movía; abría y cerraba la boca, cuando él abría y cerraba la suya.
Eustaquio se había transformado en un dragón mientras dormía. Por dormir sobre el
tesoro de un dragón y por tener pensamientos codiciosos como los de un dragón en el
corazón, se había vuelto él mismo un dragón.
Esto lo explicaba todo. No hubo dos dragones a su lado en la cueva. Las garras que
veía a su derecha e izquierda eran sus propias garras derecha e izquierda. L as dos
columnas de humo salían de sus propias narices. En cuanto al dolor que sentía en su
brazo izquierdo (o lo que fue su brazo izquierdo), ahora comprendía lo que había
sucedido, al mirar de reojo con su ojo izquierdo. La pulsera que se había ajustado
perfectamente a la parte superior del brazo de un niño, era lejos demasiado pequeña para
la pata ancha y rechoncha de un dragón. Se había clavado profundamente en su ca rne
escamosa, dejando a cada lado una punzante hinchazón. Eustaquio se hirió con sus
dientes de dragón, pero no pudo sacarla.
A pesar del dolor, su primer sentimiento fue de alivio. Ya no había nada que
temer. Ahora él mismo era un terror y nada en el mundo, salvo un caba llero (y
nocualquiera), se atrevería a atacarlo. Ahora podría vérselas hasta con Caspian y
Edmundo...
Pero, al momento de pensarlo, se dio cuenta de que eso no le interesaba. Ahora
quería ser su amigo. Quería volver donde estab an los humanos y conversar, y reír, y
compartir cosas con ellos. Se daba cuenta de que era un monstruo separado de toda la
raza humana. Lo invadió una espantosa soledad. Empezó a comprender que los otros no
eran en absoluto unos demonios. Se preguntó si realmente él era la persona agradable
que creía ser. Anheló oír sus voces, y habría estado profundamente agradecido de recib ir
una palabra cariñosa, aunque fuera de Rípichip. Al pensar en esto, el pobre dragón, que
había sido Eustaquio, alzó la voz y lloró. Debe ser algo difícil de imaginar ver y escuchar
a un poderoso dragón que llora a lágrima viva a la luz de la luna en un valle desierto.
Finalmente, Eustaquio decidió que trataría de encontrar el camino para volver a la
playa. Ahora comprendía que Casp ian jamás habría zarpado dejándolo atrás. Y estaba
seguro de que, de algún modo, podría hacer que la gente comprendiera quién era él.
Tomó un largo trago de agua y luego (sé que esto suena horroroso, pero no lo es si
lo piensan bien) se comió casi todo el dragón muerto. Ya se había comido la mitad
cuando se dio cuenta de lo que estaba haciendo; pues, ya ven, a pesar de que su mente
era la de Eustaquio, sus gustos y su digestión eran los de un dragón, y no hay nada que
le guste más a un dragón que el dragón fresco. Por eso es que muy rara vez encuentras
más de un dragón en un mismo país.
Luego empezó a trepar para salir del valle. Comenzó la escalada con un salto y,
apenas hubo saltado, se dio cuenta de que estaba vol ando. Ya se había olvidado de que
tenía alas, así es que se llevó una gran sorpresa, la primera sorpresa agradable que había
tenido después de mucho tiempo. Luego se elevó muy alto en el aire y, a la luz de la
luna, vio las cumbres de innumerables montañ as que se extendían allá abajo. Podía ver la
bahía, semejante a una losa de plata, y el Explorador del Amanecer, anclado allí, y las
fogatas del campamento que centelleaban en los bosques junto a la playa. Desde gran
altura se lanzó hacia ellos en un simple planeo.
Lucía dormía profundamente, pues se quedó en pie hasta el regreso de la cuadr illa
de búsqueda, esperando oír buenas noticias sobre Eustaquio. El grupo, que e ra dirigido